Eaglafouls (Hijos del Gran Lobo):
Origen
Aunque el viaje de los daonna había sido largo, una pequeña parte de aquellos y aquellas que viajaron al norte no se conformaron con quedarse en la región de Tygard. Los conflictos entre ellos por las tierras y sus ansias por descubrir nuevos lugares empujó a un grupo a seguir su periplo a pesar del frío, a viajar aún más al norte… Allí donde el frío gobernaba y la ley del más fuerte se convertiría en una forma de vida.
No fue un viaje fácil, muchos cayeron en el camino, otros se perdieron entre las perpetuas nieves y el olvido. Sin embargo, algunos lograron adaptarse a las duras condiciones de ese nuevo entorno, aprendieron a cazar, a recolectar e incluso, a cultivar allí donde parecía que era imposible que nada naciera. En definitiva, lograron sobrevivir en un lugar que a su manera, también tenía mucho que ofrecer.
Cuentan las viejas Völvas que justo cuando ese pequeño grupo de aventureros estaba al límite, cuando apenas les quedaba comida y una dura tormenta de nieve llevaba varios días destrozando su asentamiento, carcomiendo sus mentes y maltratando sus cuerpos. Una voz parecía guiarles. Algunos hablaban de extraños sueños en los que veían enormes huellas en la nieve que les llevaban hacia un imponente y extraño bosque, otros afirmaban escuchar el aullido de un lobo, no como los que solían escuchar, mucho más profundo y potente que resonaba en todas partes sin un origen claro. Todos coincidían en una cosa, era una señal, debían resistir, seguir sobreviviendo, el presentimiento de que algo mejor les esperaba se había alojado en sus corazones y a pesar de todo, siguieron adelante.
Sin embargo, los días de escasez y frío constante comenzaron a dividir al grupo, hermanos que se enfrentaban por un mal gesto, madres que veían con impotencia cómo sus pequeños y pequeñas sufrían o morían. La situación se volvía insostenible y una mañana, en medio de una de aquellas discusiones, uno de los mejores guerreros del grupo tomó una decisión. Llevaba días teniendo sueños, visiones de un lugar en medio de enormes árboles cubiertos de nieve y aquellas enormes pisadas cada vez más claras entre la vegetación y el hielo. Agarró su petate y aunque algunos quisieron detenerle, tomó la decisión de adelantarse y explorar, de buscar ese lugar para salvar a los suyos.
La determinación de ese daonna fue poco a poco dañada, las primeras horas su convicción y la creencia en aquellas señales lo empujaba pero conforme la noche se acercaba y el frío se clavaba en su cuerpo, la duda ganaba terreno en su cansada mente. Cada vez le costaba más avanzar, la nieve alcanzaba una altura en la que prácticamente estaba cubierto hasta la cintura y aunque la tormenta ya no le azotaba, dos males mayores lo acechaban, la enfermedad y el hambre.
La noche cayó y un manto de estrellas observaba al osado caminante tambalearse al borde del colapso. De pronto, un profundo y potente aullido rompió el silencio, era diferente a todos los que ese muchacho había escuchado en su corta vida. Miró alrededor con una mezcla de ánimo y temor, quizá era su mente pero antes de que la duda volviese, el aullido se repitió, haciéndole recordar la determinación con la que había dejado a los suyos atrás. Sacó fuerzas de donde creía no haberlas, siguió adelante y poco a poco el extraño bosque de sus sueños fue tomando forma en el horizonte, entre toda aquella nieve que, horas antes parecía infinita.
Logró alcanzar el lindero del bosque, los árboles eran inmensos y la copa de éstos había servido como protección, por lo que después de mucho tiempo podía ver el suelo, la tierra húmeda, incluso sus maltrechas botas. Ese pensamiento le hizo sonreír aunque sentía el cuerpo débil y dolorido, avanzó un poco más maravillándose ante una imagen diferente, pero no estaba solo. El aullido volvió a retumbar y esta vez quien lo producía estaba cerca, demasiado cerca.
Un enorme lobo lo observaba en medio de aquel claro con el que tanto había soñado semanas atrás. Ese lugar representaba la esperanza para quienes aguardaban su regreso. Se dice que él jamás contó realmente lo que ese Guardián le mostró. Nadie sabe con certeza qué ocurrió en ese lugar, lo que sí sabemos es que el valiente guerrero regresó llevando consigo la clave para la supervivencia de su pueblo. Portaba la bendición del Gran Lobo, aquel que les había puesto a prueba y ahora les otorgaba sus dones para sobrevivir en unas tierras salvajes, hermosas e indomables, tanto como aquellos a quienes desde ese momento, se les conoció como Hijos del Gran Lobo, su pueblo.
Apariencia
Los Eaglafouls no dejan de ser daonnas. Sin embargo, la bendición del Gran Lobo les dio rasgos algo diferentes a éstos. Sus orejas son similares a las de los elfos, ligeramente apuntadas y alargadas, del mismo modo que sus colmillos, más prominentes y largos, similares a los de un lobo.
Viven en un entorno muy frío por lo que suelen llevar varias capas de ropa y los tejidos habituales en sus tierras suelen mostrar toda una gama de colores como los marrones, azules, verdes, grises, negro… El uso de las pieles y el cuero son parte fundamental de su cultura y supervivencia.
Tienen su propia orfebrería pero la mayoría de elementos que usan son algo más toscos y de aspecto muy artesanal. Fíbulas, pendientes, collares, brazaletes… También tejen sus propias prendas y cinturones con diferentes motivos o adornos.
Pueblos de Isilion
- Irisgät.
- Ongät
- Shakgal
- Elhengët
- Dilmandt
- Yolglar
- Idmundhar
- Herg
- Lemdhal
- Nimandre
- Varysgäl
- Solmid
- Nyähg
- Turgäl (desaparecido)
Tras la fundación del primer clan, los hijos del primer Gran Alfa fueron enfrentándose y compitiendo, dando lugar a la creación de más clanes, dividiendo la región de Isilion en muchos territorios, cada uno gobernado por un Alfa. De los 14 clanes iniciales, actualmente quedan 13.
La sociedad Eaglafoul está regida por estatus de poder. Cada familia o manada tiene a la cabeza a su “Svöld” o jarl, un líder que se encarga del bienestar y el cuidado de los suyos, a los cuales se les conoce como “Svöldi” que significa “gente de a pie”.
Las manadas dentro de una misma región permanecen bajo la tutela y gobierno de un Alfa, encargado de cuidar de las fronteras y mantener a salvo a las diferentes familias. A su lado por lo general tiene a aquellos conocidos como “Betas”, distintos cargos otorgados por el propio Alfa, son los más cercanos a él y los que hacen cumplir sus directrices. Entre ellos encontramos a las Völvas, druidas consejeras, normalmente mujeres cuyos conocimientos sobre la naturaleza y los espíritus son de gran valor. El Valüt, aquel que se encarga de las arcas del Clan, y el Ulfhednar, líder militar que comanda a los guerreros bajo los intereses del Alfa y su pueblo.
Todos los Alfas de cada Clan rinden pleitesía y deben su lealtad al Gran Alfa, aquel que debe guiarlos a todos y que cumple los designios del Gran Lobo, siguiendo la estela del primero aunque su línea de sangre no esté del todo clara. Basan su poder en el más fuerte por lo que desde entonces, las disputas por ese puesto han sido innumerables.
Los Eaglafoul son una raza en esencia guerrera. No son conformistas, están en constante lucha por la supervivencia y el control de los territorios pero a su vez, tienen un fuerte orgullo de raza y defienden el norte literalmente con uñas y dientes. De todas las razas norteñas, ésta es sin duda la menos dócil y no aceptan con facilidad las órdenes del Emperador o su gobierno.
Como ya hemos mencionado, las tierras de Isilion no son fáciles, aunque han conseguido cultivar algunos productos, los pilares que sustentan su supervivencia son la caza, la pesca y el poco comercio que pueda llegar a algunas regiones de su territorio.